24 de marzo de 2017

Theatrum: CRISTO DE LA HUMILDAD, exacerbado afán de conmover a través de los sentidos













CRISTO DE LA HUMILDAD O CRISTO DEL GALLO
José de Rozas (?-Valladolid, 1725)
1691
Madera policromada y postizos
Iglesia de San Martín, Valladolid
Escultura barroca española. Escuela castellana















El origen de la imagen del Cristo de la Humildad, representación estricta del Ecce Homo, está vinculado a la Cofradía Penitencial de Nuestra Señora de la Piedad, fundada en Valladolid hacia 1504 por un grupo de banqueros genoveses. Al poco tiempo de su fundación, esta cofradía ya contaba con dos pasos procesionales, uno que representaba un Ecce Homo y otro con el pasaje de la Lanzada de Longinos, aunque en 1636, ante el deterioro del primero, fue encomendada su restauración a Diego Pérez, que reelaboró su policromía. Al parecer, este trabajo no fue lo suficientemente perdurable, pues en 1691 la Cofradía de la Piedad, ante la degradación de la imagen, encargaba una nueva talla al escultor José de Rozas, con taller en Valladolid. La nueva escultura, que supuso a la Cofradía un desembolso de 100 ducados, fue conocida popularmente como Cristo de la Caña1 y Cristo del Gallo, puesto que la imagen del Ecce Homo iba acompañada, entre otros atributos, de la figura de un gallo alusivo a las negaciones de San Pedro.

Así desfiló en las procesiones de Semana Santa desde finales del siglo XVII, permaneciendo al culto a lo largo del año en un retablo colateral barroco de la desaparecida iglesia penitencial de la Cofradía de la Piedad (ubicada en la confluencia de las actuales calles de López Gómez y Fray Luis de León), derribada junto a su Hospital de Convalecientes en 1789. En ese momento la imagen del Cristo de la Humildad se preservó en la capilla del Buen Suceso de la iglesia del Salvador, donde permaneció durante un año antes de ser trasladada a la iglesia de San Antonio Abad, sede de frailes hospitalarios situada junto al antiguo colegio de jesuitas de San Ambrosio, donde fue venerada por la comunidad antoniana durante casi ciento cincuenta años. Al menos entre 1864 y 1911 seguía participando en las procesiones, según testimonio de Agapito y Revilla.

Se desconoce el momento en que dejó de participar en los desfiles procesionales, aunque es posible que fuera a causa del derribo del templo de San Antonio Abad en 1939, año en que su patrimonio fue dispersado por otros templos vallisoletanos, como la iglesia del Carmen de Las Delicias y el Santuario Nacional, siendo recogida provisionalmente la imagen del Cristo de la Humildad en la iglesia del Rosarillo y posteriormente en la iglesia de San Martín, para ser trasladada definitivamente al Santuario Nacional de la Gran Promesa, donde permaneció al culto hasta tiempos recientes. 
Como consecuencia de la recuperación de los desfiles de Semana Santa emprendida a partir de 1920 por el arzobispo Gandásegui, en 1944 se fundó la Cofradía del Santo Cristo de los Artilleros, que inicialmente comenzó a desfilar recuperando la imagen procesional del Cristo de la Humildad de José de Rozas, aunque años después la imagen fue sustituida por el Ecce Homo de Gregorio Fernández, propiedad de la Cofradía de la Vera Cruz2.   
Sería en octubre de 2013 cuando el nuevo Cabildo de la Cofradía de la Piedad comenzó los trámites de recuperación de la imagen que, tras ser restaurada, recibió la autorización del arzobispo de Valladolid para ser reincorporada a los desfiles procesionales en 2015 y, como patrimonio de la misma, en 2016 fue trasladada a la iglesia de San Martín, donde la Cofradía tiene su sede canónica. Allí se encuentra colocada sobre un sencillo pedestal en la que fuera capilla barroca de San Juan de Sahagún, junto al retablo clasicista, procedente del desaparecido convento de San Francisco, que contiene la célebre imagen de la Piedad que tallara Gregorio Fernández en 1625, titular de la Cofradía.

El Ecce Homo de José de Rozas es una escultura de tamaño natural —132 cm. de altura— que representa a Cristo sedente siguiendo el modelo iconográfico de Gregorio Fernández en el paso de la Coronación de espinas de la Cofradía de la Vera Cruz de Valladolid. Como aquel, el escultor recurre a elementos postizos de carácter narrativo, como la caña que sujeta entre sus manos, amarradas con una soga, y la corona de espinas, a lo que se suma una clámide roja de tela natural encolada que recubre el cuerpo de los hombros a las rodillas aumentando su realismo. Durante la Semana Santa, la dramática escultura desfilaba como "Varón de Dolores", acompañada simbólicamente de una cruz y rodeado de los atributos de la Pasión, entre ellos el desaparecido gallo que le diera nombre.

La escultura es representativa del arte de José de Rozas en las postrimerías del siglo XVII, deudor de las representaciones pasionales de Gregorio Fernández por exigencias de los comitentes, aunque en ninguna de sus obras alcanza el hálito que el gran maestro gallego supo infundir a sus obras. Por el contrario, las obras de José de Rozas, a pesar de presentar una notable ejecución técnica, adolecen de una falta de vida interior que se traduce en cierta inexpresividad tanto en las facciones y el gesto introspectivo como en los ademanes discursivos.

Este Ecce Homo, que figura entre sus mejores obras, es buena muestra de ello, apareciendo Jesús con un buen modelado anatómico, semblante ensimismado con la mirada dirigida hacia abajo, con aplicación de ojos de cristal y la boca entreabierta, la oreja izquierda visible entre la melena siguiendo la tradición fernandina, sujetando con su mano derecha una caña y con la izquierda insinuando un gesto de perdón. Su contenida gesticulación no es acompañada por la policromía de las carnaciones, que presenta un cuerpo tremendamente llagado, con profusión de regueros sanguinolentos en las rodillas, pecho y rostro, acentuando un aspecto de gran fragilidad emocional que se encuentra distante de la dignidad del modelo de "la gubia del Barroco" en la Coronación de espinas.
Estilísticamente, el trabajo de la cabeza presenta similitudes con la del Nazareno que José de Rozas realizara en 1693 para el Paso de la Verónica de la Cofradía de Jesús Nazareno de Palencia, a imitación del paso Camino del Calvario realizado por Gregorio Fernández en 1614 para la Cofradía de la Pasión de Valladolid.

LA HUELLA DEL ESCULTOR JOSÉ DE ROZAS             

José de Rozas nació en fecha imprecisa posiblemente en Valladolid, pues era hijo de Isabel Fernández y Alonso de Rozas, uno de los escultores gallegos que recalaron junto al Pisuerga a mediados del siglo XVII, en este caso oriundo de Santa María de Germán, perteneciente al obispado de Mondoñedo. Junto a su padre debió de realizar su formación asumiendo las tendencias del ámbito vallisoletano, marcadas a lo largo del siglo por los modelos del gran Gregorio Fernández.

En los años 80 del siglo XVII ya tenía taller propio, residente en el barrio de San Miguel y casado con Dorotea Francisca Berguera, con la que tuvo un hijo llamado José Pascual, que también sería escultor al servicio de Gregorio Díaz de la Mata. Muchos de sus trabajos les realiza asociado a otros escultores, siguiendo una práctica habitual, llegando a establecer una relación de amistad con el escultor Juan Antonio de la Peña, ambos vinculados a la cofradía de Jesús Nazareno, y con el escultor burgalés Andrés de Pereda, que como él posiblemente se había formado en el taller de su padre, trabajando en ocasiones como colaboradores.

Su producción, reclamada desde Valladolid, León, Monforte y Bilbao, se prolonga durante la primera década del siglo XVIII, conociéndose que, enfermo de gravedad, otorgaba su testamento en 1707, aunque su muerte se produjo en 1725, siendo enterrado en la desaparecida iglesia de San Miguel.

El corpus de su obra todavía es un trabajo por completar, conociéndose que en 1685 contrata, en colaboración con Andrés de Pereda, algunas esculturas para dos retablos colaterales del oratorio de San Felipe Neri de Valladolid, siendo apreciable su estilo en el modo de tallar los ojos, cabellos y plegados del grupo de San José con el Niño, que permanece in situ, grupo que mantiene la influencia del modelo fernandino, aunque con diferente tratamiento de los paños, menos quebrados y más dinámicos.

Documentado es el grupo de la Asunción que por importe de 1300 reales hacía en 1689 para la iglesia parroquial de Pozaldez, compuesto por la Virgen con los brazos desplegados y una corona de seis ángeles que en un transparente preside el retablo mayor. 
El 9 de julio de ese mismo año, asociado al ensamblador Blas Martínez de Obregón, contrata con la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario y Santos Mártires unas esculturas para el retablo mayor de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, más conocida como el Rosarillo, en el que también interviene el escultor Antonio Vázquez, correspondiéndole posiblemente las imágenes de los dos Ángeles portaestandartes que coronan el ático, que siguen los arquetipos de Gregorio Fernández.

Hacia 1690 elabora la bella imagen de San Miguel que preside el retablo fingido que pintara Felipe Gil de Mena para la sacristía de la iglesia jesuítica de San Ignacio (actual iglesia de San Miguel y San Julián), donde aparece colocado ante una ventana que adquiere el valor de un transparente, tan del gusto de la época, siéndole también atribuidos los arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael que, junto a una Inmaculada, aparecen en el retablo de la capilla de San Miguel de la iglesia de San Albano (Colegio de Ingleses), obras realizadas en esos momentos.

José de Rozas. Nazareno del paso de la Verónica, 1693
Cofradía de Jesús Nazareno, Palencia
En 1691 está documentado el encargo del Ecce Homo de la iglesia de San Martín por la Cofradía de la Piedad de Valladolid, a la que pertenecía el escultor, al que siguieron en 1692 el paso procesional de la Lanzada de Longinos y en 1693 el Nazareno del Paso de la Verónica, ambos encargos de la Cofradía de Jesús Nazareno de Palencia. En el paso de Longinos, copia de un modelo vallisoletano conservado fragmentariamente que también fue demandado desde Medina de Rioseco y Sahagún, José de Rozas colaboró con Antonio Vázquez, apreciándose entre ellos una gran diferencia en la calidad de la talla, pues mientras el crucificado mantiene el digno nivel de Rozas, las figuras de los sayones son distantes copias de los modelos originales. Otro tanto ocurre con el paso de la Verónica, en el que las figuras de la Verónica y un sayón, obras de Antonio Vázquez, y las del Cirineo y otro sayón, elaboradas por Bernardo López de Frías, no alcanzan la altura del Nazareno de Rozas, que presenta una escueta túnica tallada concebida para ser cubierta por otra de telas reales.

José de Rozas. Izda: Asunción, 1689, iglesia parroquial de Pozaldez
Dcha: San José y el Niño, 1685, iglesia de San Felipe Neri, Valladolid
En el acta de la reunión del cabildo de la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias de Valladolid, celebrada el 24 de abril de 1696, se relaciona que reunidos los pasos en la iglesia de San Pablo con motivo de la procesión del Entierro de Cristo y el sermón de la Soledad, se hundió el paso del Santo Sepulcro y se hicieron pedazos las figuras de los dos ángeles custodios que como los soldados durmientes eran obra de Alonso de Rozas. Tras ese trance, su hijo José de Rozas, perteneciente al cabildo de la hermandad, se comprometía a elaborarlos de nuevo exigiendo como contraprestación que la cofradía le eximiera de portar el preceptivo guión durante las procesiones, siéndole también encomendada en la ocasión una nueva urna para depositar el Cristo yacente.

Los Ángeles elaborados por José de Rozas, de tamaño natural —1,67 y 1,72 m.—,  se ajustan a una estética común en las figuras angélicas vallisoletanas, seguramente reproduciendo los modelos deteriorados de su padre, aunque como en toda la obra del escultor, presentan cierto hieratismo en el gesto, en este caso con una cuidada policromía a base de vistosos motivos florales. En opinión de Wattenberg y García Cuesta, en lugar de realizar una nueva urna —la actual presenta un diseño clasicista de comienzos del XVII— debió de tallar una nueva imagen del Cristo yacente que imita con fidelidad el arquetipo de Gregorio Fernández, con el cuerpo dispuesto sobre un sudario extendido y la cabeza reposando sobre cojines, así como con aplicaciones de postizos como ojos de cristal y corcho en las llagas. Este conjunto se halla actualmente recogido en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid.

José de Rozas. Izda: San Miguel, h. 1690, iglesia de San Miguel, Valladolid
Dcha: Ángel del paso Santo Sepulcro, 1696, Museo Nacional de Escultura
Alrededor de 1700 José de Rozas elabora una escultura del arcángel San Miguel que fue destinada al retablo mayor de la iglesia de la Asunción de la población vallisoletana de Villabáñez, obra que guarda muchas similitudes con la realizada diez años antes para la sacristía de la iglesia de la Compañía de Jesús de Valladolid.  En 1705 se le abonan varias esculturas que había entregado para la iglesia de San Bartolomé de Astorga, siéndole también atribuidas por Martín González3 las esculturas del retablo de San Cayetano de la iglesia de San Miguel, un Santo Cristo de la villa de Pollos (Valladolid), cuatro ángeles encargados por Pedro de Rivas para la caja del órgano del monasterio de San Benito el Real y un San Jerónimo que integró la desmembrada sillería del monasterio de Nuestra Señora de Prado, en todos los casos acusando la influencia ejercida por los modelos de Gregorio Fernández.              

José de Rozas. Cristo yacente del paso Santo Sepulcro, h. 1696
Museo Nacional de Escultura, Valladolid (Foto MNE)

Informe y fotografías: J. M. Travieso.


NOTAS

1 AGAPITO Y REVILLA, Juan: Las cofradías, las procesiones y los pasos de Semana Santa en Valladolid. Imprenta Castellana, Valladolid, 1925. Edición facsímil Maxtor, Valladolid, 2007, p. 79.

2 AGAPITO Y REVILLA, Juan: Las cofradías..., op. cit., p. 80.

3 MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Escultura Barroca Castellana. Fundación Lázaro Galdiano, Madrid, 1958, p. 304.





José de Rozas. Crucificado del paso de la Lanzada de Longinos, 1692
Cofradía de Jesús Nazareno, Palencia (Foto Javier Baladrón)














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