11 de junio de 2012

Exposición: HOPPER, del 12 de junio al 16 de septiembre 2012


MUSEO THYSSEN-BORNEMISZA, MADRID

     El Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid presenta desde el 12 de junio hasta el 16 de septiembre una exposición antológica dedicada al pintor estadounidense Edward Hopper (Nyack, 1882 - Nueva York, 1967). La muestra, que ofrece cerca de 70 obras, cuenta con la colaboración de la Réunion des Musées Nationaux de France, dado que en sus primeros años Hopper trabajó vinculado a la pintura realizada en París a comienzos del siglo XX, así como de colecciones privadas y grandes museos, como el MoMa y el Metropolitan de Nueva York.

     La exposición está organizada en dos partes, una que recorre el periodo de formación, de 1900 a 1924, y otra con las pinturas realizadas a partir de 1925, verdaderos iconos de la América de su tiempo, agrupadas por grupos temáticos y por los motivos más recurrentes en su obra, todos dispuestos cronológicamente.

     Edward Hopper realizó su formación en la New York School of Art y en sus inicios se declaró ferviente admirador de Degas y Manet. Aunque en sus comienzos su obra no fue aceptada ni por el público ni por la crítica, viéndose obligado a trabajar como ilustrador, la situación cambiaría a partir de 1930 para pasar a convertirse en uno de los principales representantes del realismo del siglo XX a través de sus personales escenas, aparentemente sencillas, captadas de la vida cotidiana y la sociedad moderna.

     Si hay algo que caracteriza la pintura de Hopper, lenta y escasa, es su inconfundible estilo en la representación de temas pretendidamente anodinos y dominados por un aura de desolación, con personajes en total soledad colocados en escenarios con fuertes contrates lumínicos, siempre con la peculiaridad de recibir un tratamiento cinematográfico. En sus escenarios, que en ocasiones presentan un ambiente de sordidez, permanecen personajes de miradas perdidas y envueltos en un halo de tristeza, especialmente en los interiores, donde es frecuente la presencia de maletas que no aclaran si las personas llegan o se marchan, pero que hacen presentir en todos ellos la vivencia de una pérdida, un abandono o una sensación de incertidumbre e incomunicación.

     Una ocasión única para disfrutar de una pintura que en unas ocasiones sugiere los sonidos del silencio y la soledad en nuestra civilización y en otras las notas lejanas del jazz, del blues o la banda sonora de una película, siempre bañada por una luz mágica, natural o artificial, que define momentos de la vida americana de su tiempo.

Más información: Museo Thyssen Madrid

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