25 de marzo de 2011

Visita virtual: MATER DOLOROSA, el virtuosismo y las lágrimas de la madera




DOLOROSA
Pedro de Mena (Granada, 1628 - Málaga, 1688)
Hacia 1670
Madera policromada con aplicación de postizos
Santuario de Santa María de la Victoria, Málaga
Escultura barroca. Escuela granadina


     Pedro de Mena fue el creador de una peculiar iconografía de la Virgen Dolorosa que no sólo se ajustó a la perfección al culto estimulado por los ideales contrarreformistas en el siglo XVII, sino que, desde el punto de vista profesional de un imaginero, constituye una muestra de virtuosismo por la capacidad para transmutar una materia como la madera en un simulado ser viviente que aumenta sus valores al ser contemplado de cerca. Por este motivo las Dolorosas por él elaboradas se convirtieron en objetos devocionales muy populares y fueron solicitadas repetidamente, obligando al escultor a realizar toda una serie, en diferentes tamaños y actitudes, hasta llegar a convertirse por su inconfundible estética en todo un emblema de su taller granadino, casi siempre haciendo pareja con imágenes del Ecce Homo, con ejemplares localizados en distintas poblaciones españolas e incluso en Austria y en la Casa Profesa de la Compañía de Jesús en México.


     La Dolorosa fue uno de los temas escultóricos más desarrollados por la plástica española del siglo XVII como consecuencia del gusto por la expresividad dramática y la emotividad, de modo que Pedro de Mena no pudo sustraerse a crear su propio modelo, al que inculcó el ascetismo que constituye la nota estética que predomina en toda su obra y que ha sido equiparado en numerosas ocasiones a la pintura de Zurbarán, como ocurriera en la exposición "Lo sagrado hecho real" presentada en Londres, Washington y Valladolid en los años 2009 y 2010, todo ello fruto posiblemente de la rígida formación religiosa impuesta al escultor por su padre, el también escultor Alonso de Mena.


     El modelo creado por Pedro de Mena, que sigue la modalidad de Stabat Mater y que desarrolló especialmente en la década de 1670 a 1680, recurre a la figura de medio cuerpo de tamaño natural, con aspecto de busto de visión frontal y apoyado sobre una peana, recordando en cierto modo los modelos utilizados en los bustos-relicario barrocos tan frecuentes en España. En este caso la ausencia de elementos narrativos, la languidez del rostro y la gesticulación de las manos unidas proporcionan una gran expresividad emocional de carácter intimista. A ello se une el trabajo de la cabeza según el prototipo creado por el escultor, con rostro oval, nariz afilada, cejas arqueadas, boca pequeña y cuello largo, siempre mostrando un dramatismo atemperado, propio de la escuela andaluza.

     La Dolorosa del convento cisterciense malagueño de Santa María de la Victoria, muy similar a las conservadas en el Real Monasterio de San Joaquín y Santa Ana de Valladolid y en una colección privada de Sevilla, recoge estas características, en este caso con las manos cruzadas a la altura del pecho para insinuar un momento angustioso y el rostro dirigido al frente y ligeramente inclinado, remarcado el efecto de tristeza la colocación de la boca entreabierta, dejando ver dientes de marfil, ojos almendrados con párpados caídos y provistos de pestañas, lágrimas de cristal (perdidas), regueros de resina en las mejillas y un juego envolvente de la toca y el manto en el que Mena demuestra su habilidad en el trabajo de la madera, en este caso de pino, y en la aplicación de lienzos enyesados de gran verismo que realzan el trabajo facial.

     Es precisamente en el trabajo de los paños donde radica la mayor originalidad de las Dolorosas de Pedro de Mena, pues las mangas y el manto azul están elaborados con finísimas piezas talladas en madera de forma independiente y después superpuestas y encajadas sobre el cuerpo central, mientras que la toca blanca está realizada con lienzo enyesado enmarcando el rostro y dejando entrever parte de la túnica roja, creando un juego de sutiles volúmenes que adquieren un marcado sentido pictórico en forma de cortes con grandes pliegues, muy efectista a la luz de las velas. El gran hallazgo plástico es que esta indumentaria, invariable en todas las versiones, constituye una envoltura un tanto abstracta que contribuye a enfatizar los valores del rostro y del gesto.

     Al tratamiento naturalista de la indumentaria se suman las cualidades de la minuciosa policromía, afortunadamente en muy buen estado de conservación. Mientras que los ropajes muestran colores lisos habituales en la liturgia mariana, con túnica color jacinto, manto azul recorrido por una cenefa dorada en el borde y toca en blanco marfileño, las encarnaciones muestran una gran variedad de matices, destacando los tonos nacarados de la piel y los efectos del llanto en los párpados y mejillas enrojecidas. La base esculpida se convierte en soporte sobre el que se realizan labores pictóricas muy refinadas, hecho apreciable en la delineación de las cejas con finas pinceladas para cada pelo.

     Esta Dolorosa de Málaga se identifica con la "Virgen de las Angustias" que en 1688 se cita en los inventarios de don Antonio Manrique de Lara, conde de Mollina y Frigiliana, caballero de Santiago, vicealcalde de Málaga y cliente de Pedro de Mena, siendo donada la imagen tiempo después por su sobrino a la capilla funeraria familiar de la iglesia de Santa María de la Victoria, ubicada por entonces a extramuros de la ciudad.

     Un continuador en la escuela andaluza del tipo de Dolorosa creada por Pedro de Mena fue el granadino José de Mora (1642-1724), también especialista en imágenes devocionales talladas en madera.

Informe: J. M. Travieso. / Fotografías Luis José Cuadrado.

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