18 de marzo de 2011

Historias de Valladolid: LA VIRGEN DE LA PASIÓN, recuperación de un retazo de historia



     Citábamos en otra ocasión lo delicado que es referirse a la realidad de las cofradías vallisoletanas sin herir susceptibilidades, casi siempre acostumbradas a recibir elogios balsámicos y buenas dosis de incienso, nunca mejor dicho, a pesar de que en numerosas ocasiones sus decisiones sean como mínimo cuestionables, especialmente en los casos de incorporación de nuevas tallas, no siempre afortunadas, y en el tratamiento de un patrimonio que adquiere su auténtico sentido cuando se pone al servicio de la ciudad. Pero hay un caso que merece un sincero reconocimiento porque ha supuesto un proceso modélico en la recuperación de nuestra memoria, un caso que, tras la aportación documental llevada a cabo por reconocidos investigadores especializados, con buen criterio y no poco esfuerzo ha sido llevado a buen puerto por la Cofradía Penitencial de la Sagrada Pasión de Cristo, despojada en tiempos pasados de su ingente patrimonio, incluida su propia sede canónica.

     En síntesis, el proceso ha consistido en el hallazgo de una plancha para grabado con la antigua imagen titular de la Cofradía de la Pasión y su estudio por parte de un historiador, la posterior identificación de la escultura representada y su lugar de conservación por parte de otro investigador, lo que favoreció su devolución a la Cofradía y su recuperación para el culto. Finalmente la restauración de la obra a cargo de la Cofradía y como colofón la atribución de su autoría y su posible fecha de ejecución por un tercer especialista. Todo este proceso, marcado por el rigor y las buenas intenciones, representa todo un ejemplo de eficacia por cuanto ha devuelto al patrimonio de Valladolid un icono piadoso de sus tiempos de mayor esplendor.


HALLAZGO E INTERPRETACIÓN DE UNA ESTAMPA

     Este afortunado proceso comenzó cuando hace unos treinta años el azar quiso que cayese en manos de Joaquín Díaz, reconocido historiador, musicólogo y etnógrafo local, una plancha de cobre de talla dulce o grabado a buril con la imagen del "Verdadero retrato de Nuestra Señora de la Pasión, como se venera en Valladolid...", una placa matriz para estampar una de tantas imágenes de devoción popular. Una sorpresa fue el comprobar que dicha plancha correspondía a un grabado que figura en el libro de cabildos que la histórica Cofradía de la Pasión conserva en su archivo, lo que suponía la recuperación de una de las escasísimas planchas conservadas para estampar este tipo de imágenes, ya que generalmente eran reaprovechadas para realizar nuevas estampaciones.

     El interés de Joaquín Díaz por todo lo relacionado con la ciudad le movió a acudir a la Calcografía Nacional de Madrid, dependiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, para imprimir una serie limitada de grabados en hueco con aquella imagen (ilustración 2).
     La estampa y su plancha fue conocida por Juan José Martín González, recordado académico y catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid, que publicó en 1982 un trabajo titulado "Una plancha de grabado de la Virgen de la Pasión, de Valladolid" en el Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (Tomo 48, págs. 405-407), confirmando que se trataba de la imagen que en otro tiempo presidiera el camarín del templo de la cofradía vallisoletana, una imagen cuyo estilo permitía su datación a mediados del siglo XVI, añadiendo lamentar el desconocimiento de su paradero.

     El estudio se centraba en los datos reflejados en el propio grabado, en el que aparece la Virgen con amplio manto y corona de plata, descansando sobre una peana sostenida por cuatro ángeles y en la parte inferior una tarjeta ornamentada con rocallas dieciochescas donde se identifica como "Verdadero retrato de Nuestra Señora de la Pasión como se venera en Valladolid en la Yglesia de su Ylustre Cofradía, quien la dedica del mui Ylustre Caballero Don Manuel Maldonado Señor de las Villas de Peñarruvias, la Cabra y Hernancobo, Patrono de San Pedro y San Miguel & El Ylustrisimo Señor Don Manuel Rubin de Celis Obispo de esta Ziudad concedió 40 días de Yndulgencia rezando una Salbe a esta Santa Imagen". Añade la firma del autor, el lugar y la fecha en que fue realizada: "Diego Pérez del sculp. En Valladolid, año de 1772". El grabador fue identificado como Diego Pérez Martínez, uno de los mejores pintores de Valladolid en el siglo XVIII, del que se conserva un plano del Campo Grande en el Museo de Valladolid (palacio de Fabio Nelli). Era hijo del cronista vallisoletano Ventura Pérez y en 1779 llegó a ser nombrado director de la Academia de Bellas Artes de la ciudad.
     También aparece en el grabado una inscripción bajo el marco especificando que fue retocado por un tal Hujarro en 1826, identificado por Blanca García Vega en su trabajo "Estampas de imágenes vallisoletanas" (BSAA, Tomo 51,1985) como Julián Hújarro, sacristán de la iglesia de San Nicolás, que fue autor de dibujos y grabados de imágenes de vírgenes vallisoletanas y en 1828 de otra estampa de la Virgen de la Pasión en forma de medallón, interviniendo también, a principios del XIX, en el retoque de planchas de otros artistas.

     Por otra parte, el grabado tiene su correspondencia con otro menos explícito y coloreado, pegado en el libro 3 de la Cofradía, y en una pintura de autor desconocido, procedente de la sala de cabildos de la iglesia de la Pasión y conservada durante años en la clausura del convento de San Quirce, que ajustándose rigurosamente al dibujo del grabado muestra entre cortinas una representación volumétrica y coloreada de la imagen de aquella Piedad (ilustración 1), ya decisivamente identificada como la imagen titular de la Cofradía de la Pasión, sobre un trono sostenido por ángeles tal y como aparecía en el retablo mayor de la iglesia penitencial.

     En el trabajo sobre la plancha de estampación, cita Martín González las alusiones a la Cofradía de la Pasión que en el siglo XVIII hiciera Manuel Canesi en su Historia de Valladolid, donde se extiende explicando que uno de los fines principales de la hermandad era asistir a los reos que iban a ser ajusticiados y a los que muriesen en caminos y lugares próximos a Valladolid, ocupándose después de su entierro. Este motivo justificaba la elección de la iconografía de la imagen titular, en que aparece la Virgen sufriendo el ajusticiamiento de Cristo, una temática de fuerte carga dramática que con el apelativo de "Piedad" tuvo un gran desarrollo en los países centroeuropeos desde la Edad Media.

     Asimismo, la Cofradía, que fue fundada hacia octubre de 1531 por iniciativa de Mateo Fernández, Cosme de Pesquera y Juan de Rojas, párroco, beneficiario y sacristán respectivamente de la iglesia de Santiago, que iniciaron y mantuvieron sus reuniones en el Hospital de Ánimas de aquella parroquia hasta la culminación de su propio templo en 1581, homologaría el modelo de la Venerable Compañía de San Juan Bautista Degollado de Roma, institución conocida como la Misericordia, que fue fundada en 1488 por un grupo de florentinos para confortar y asistir a los condenados a muerte, cuyas bulas, privilegios e indulgencias serían igualmente otorgadas a la Cofradía de la Pasión de Valladolid, hecho que explica la elección como patrono de San Juan Bautista Degollado, cuya advocación era compartida con la Virgen de la Pasión y su fiesta celebrada cada 29 de agosto.


     Se tiene constancia, según Canesi, de que en 1553 la imagen de aquella Piedad (ilustración 5) fue donada a los mayordomos de la Cofradía por Diego Sánchez Pintado, diputado de la misma, que disponía de nueve mantos de diferentes colores y que en el siglo XVI presidía un paso procesional en el que al menos desde 1556 desfilaba acompañada por las figuras de San Juan, la Magdalena y los ladrones Dimas y Gestas, posiblemente figuras de papelón, remarcando Canesi la devoción en Valladolid a la imagen y el fervor popular que despertaba en virtud a sus celebrados milagros en aquellos tiempos y siguientes, atribuciones frecuentes en aquella sociedad oficialmente sacralizada.

     Tras la reconstrucción de la iglesia penitencial en 1652 (ilustración 4), gracias al mecenazgo de don Gregorio Gavilanes, relator de la Chancillería, fue colocado un nuevo retablo que fue concertado con los ensambladores Alonso y Antonio de Villota y el escultor Francisco Díez de Tudanca, un retablo ajustado a las trazas del arquitecto y ensamblador de retablos Cristóbal Ruiz de Andino que, a imitación de la iglesia del Buen Suceso de Madrid, incorporaría por primera vez en Valladolid la columna salomónica, un elemento ornamental muy bien aceptado en la evolución del Barroco.
     En todo momento el retablo fue concebido, a modo de camarín, para acoger y venerar la antigua imagen de Nuestra Señora de la Pasión, figurando en el contrato las instrucciones para la colocación de la escultura sobre una peana sujeta por cuatro ángeles que habrían de ser realizados por Francisco Díez de Tudanca, "...peana muy airosa que sirbe de andas para la birxen la qual ha de tener quatro anxeles muy ayrosos de relieve entero que la tengan en ombros con la una mano y en la otra la acion que pareciera mas conbeniente para alumbrar a la imaxen...la planta a de ser ochavada de modo que se gocen todos quatro anxeles", que con un aspecto similar al que aparece en el grabado serían obra esmerada de este escultor vallisoletano que incluso llegaría a ser alcalde de la Cofradía que le encomendó el trabajo, a la que también pertenecían numerosos artistas. No existe constancia del momento en que fue añadida una cruz a la imagen, pero sí de que ya existía en 1753, año en que a la carpintería de caoba se añadieron cantoneras y remates de plata en los extremos, elaborados por el platero Juan Álvarez Cartabio, mientras que Clemente Miranda se encargaría de elaborar, también en plata, el rótulo del "INRI".

     El hallazgo de la plancha del grabado fue el punto de partida para recomponer el aspecto de la imagen más antigua de la Cofradía de la Pasión, que aparece citada en 1605 por el portugués Tomé Pinheiro da Veiga en su obra "Fastiginia o Fastos Geniales", donde describe con asombro las ceremonias y procesiones de la Semana Santa de aquel año. Sobre todo después de la renovación en 1604, por parte de esta misma Cofradía Penitencial de la Sagrada Pasión, de los antiguos pasos con figuras de papelón, que fueron paulatinamente sustituidos por otros enteramente tallados en madera, siendo el primero de ellos la Exaltación de la Cruz, una composición de atrevida escenografía que marcó un nuevo rumbo a las escenas procesionales, concebida y tallada por el excelente escultor Francisco de Rincón.

IDENTIFICACIÓN Y NUEVA ENTRONIZACIÓN DE LA IMAGEN

     El desconocimiento del paradero de la Virgen de la Pasión apuntado por Juan José Martín González, que contaba con tan importante testimonio gráfico, estimuló al historiador murciano Luis Luna Moreno, director entre 1988 y 1996 del por entonces Museo Nacional de Escultura (en la actualidad asesor en el Servicio de Museos de la Junta de Castilla y León), a averiguar el destino de la imagen, llegando a identificarla como una Piedad anónima conservada en el Santuario Nacional de la Gran Promesa (ilustración 3), a donde fue trasladada después de la declaración de ruina de la iglesia de la Pasión en 1932 y su definitivo cierre al culto.

     Aquella identificación, que no ofrecía lugar a dudas, favoreció la devolución en 2001 de la que fuera su imagen titular a la Cofradía de la Pasión, que desde ese momento recuperó su culto, en esta ocasión en la iglesia de San Quirce y Santa Julita, donde la Cofradía tiene su sede canónica desde 1993. Asimismo, la Cofradía emprendió en 2005 un proceso de restauración, llevado a cabo por Cristina Parrado, en el que se pudo recuperar un aspecto muy próximo al primitivo tras recomponer algunas partes dañadas en el manto de la Virgen y en la cabeza de Cristo, recobrando al tiempo su brillante policromía, en la que destaca la túnica dorada de María, la nacarada toca y su manto azul en el anverso y rojo en el reverso, con vistosos motivos vegetales esgrafiados, ofreciendo carnaciones a pulimento y sutiles detalles mórbidos pintados al óleo, como las huellas del látigo en el cuerpo de Cristo. Devuelta a los altares, se confeccionó para la imagen una nueva peana y se acompañó de aquellos elementos barrocos que figuraban en el grabado, como su tradicional exhibición con manto y corona, una cruz de la que pende un sudario y las figuras de cuatro ángeles en la peana (ilustración 6).

     El paso siguiente fue dado por José María Parrado del Olmo, profesor de Historia del Arte en la Universidad de Valladolid y especialista en escultura del Renacimiento, que en un estudio publicado en la revista "Archivo Español de Arte" (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) atribuyó la imagen, en base a sus rasgos estilísticos, a la gubia de Francisco Giralte, un escultor nacido posiblemente en Palencia en 1505, que fue discípulo y colaborador de Berruguete entre 1532 y 1534, con el que volvió a colaborar en 1539 en la realización de la sillería alta de la catedral de Toledo. Pero Francisco Giralte no sólo pasaría a la historia por la excelente obra que realizara en 1550 en el sepulcro del obispo Gutierre de Carvajal y el retablo de la capilla por él fundada en Madrid, conocida como Capilla del Obispo, uno de los conjuntos más sobresalientes del Renacimiento español, sino por el desdichado pleito mantenido en 1545 contra Juan de Juni con la intención de arrebatarle el contrato del retablo de la iglesia de Santa María la Antigua de Valladolid, que finalizó con sentencia favorable al borgoñón y una profunda enemistad entre ambos.

     A Francisco Giralte, que murió en Madrid en 1576, también se le atribuye el paso procesional de la Entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, popularmente conocido como "La Borriquilla", realizado alrededor de 1545 para la cofradía de la Vera Cruz enteramente en papelón, una técnica un tanto desconocida pero muy generalizada, ya que incluso se extendió por el continente americano. Con mayor valor testimonial que artístico, actualmente es el paso más antiguo de cuantos desfilan en Valladolid. Parrado data la realización de la Virgen de la Pasión por los mismos años que La Borriquilla, aunque la apreciable diferencia en la calidad de talla hace presuponer que sea ligeramente posterior, en torno a 1550.

     Con justificada alegría, la Cofradía Penitencial de la Sagrada Pasión de Cristo hizo la presentación en público de la imagen recuperada organizando un besamanos con vocación de acto tradicional. Para ello no escatimó el acompañamiento de flores y objetos litúrgicos para realzar la imagen, aunque lo verdaderamente importante era la recuperación de tan célebre icono para la ciudad, hecho que estimuló a la Cofradía (emblema en ilustración 7) a organizar celebraciones solemnes, cada 15 de septiembre y en el mes de octubre, en la iglesia de San Quirce y Santa Julita, actual sede de la Cofradía.

     Y aún dio la oportunidad a la imagen de regresar a casa, pues, en una procesión cargada de simbolismo, realizada por primera vez en 2006 con motivo del 475 Aniversario de la fundación de la Cofradía, la Virgen de la Pasión es reconducida cada mes de octubre hasta la puerta de la que fuera su originaria iglesia penitencial (ilustración 8), desfilando con su semblante apenado por la calle a la que ella misma y la cofradía dieran nombre. Un reencuentro con la historia escrito en piedra y madera a escasos metros de la Plaza Mayor, donde la añoranza se desliza entre los símbolos pétreos de la hoy muda fachada de la iglesia de la Pasión. Pero esa es otra historia.

Informe: J. M. Travieso.
Registro Propiedad Intelectual - Código: 1104108943784


(Nuestro agradecimiento a la Cofradía Penitencial de la Sagrada Pasión de Cristo de Valladolid, que gentilmente nos ha proporcionado información y cedido las fotografías de la Virgen de la Pasión realizadas por Manuel Centeno Morillo el 25 de octubre de 2010).

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