16 de febrero de 2010

Exposición: LA BOTICA DE SAN IGNACIO, hasta el 5 de abril 2010


MUSEO DE VALLADOLID (Palacio de Fabio Nelli)

El establecimiento de boticas en el seno de las fundaciones religiosas tuvo su origen en los monasterios benedictinos. Desde la Edad Media, los monjes no sólo introdujeron la práctica de la medicina en sus clausuras atendiendo a los enfermos, también fueron creando espacios para elaborar medicamentos y almacenar productos que -en buena medida- obtenían de los huertos o jardines medicinales donde cultivaban las plantas curativas de uso más común.

De esta forma y dependiendo de las órdenes religiosas, las boticas alcanzaron distinta entidad, pero fueron en general piezas habituales en los monasterios, complemento de las propias enfermerías, que también estuvieron abiertas a la acción caritativa y al despacho de medicamentos al público.

En España, los monasterios de las principales órdenes religiosas contaron con este tipo de establecimientos terapéuticos y, con el tiempo, prosperaron hasta alcanzar un importante lugar en la sanidad nacional del siglo XVIII. Tanta, que el Colegio de Boticarios de Madrid reclamó su cierre, por considerar que los religiosos ejercían la profesión farmacéutica en competencia desleal con los boticarios seglares. El Consejo de Castilla prohibió al clero abrir nuevas boticas, pero las que ya existían pudieron permanecer, si bien obligadas a someterse a visitas de inspección y a tener al frente un boticario seglar aprobado por el Tribunal del Protomedicato.

En el Valladolid de la época, los conventos más célebres tenían importantes boticas: en la ciudad, el Monasterio de San Benito el Real, el Convento de San Pablo y el Colegio de Jesuitas de San Ignacio.

Fuera de la capital tuvieron botica la propia Compañía de Jesús en su noviciado de Villagarcía de Campos; los Cartujos de Aniago; los dominicos del Convento de San Pedro de Medina de Rioseco; los monasterios cistercienses de La Santa Espina y de Matallana; la abadía premostratense de Retuerta y los monasterios de jerónimos de La Mejorada y la Armedilla.

Tras siglos de funcionamiento, su desaparición tuvo que ver con hechos decisivos de la historia de España: la expulsión de los jesuitas en 1767 y, en el siglo XIX, la Guerra de la Independencia y la Desamortización de Mendizábal. Restos del botamen de algunas de aquellas boticas, en especial del Colegio de San Ignacio, vinieron a parar al Museo de Valladolid, donde se conservan como ejemplo singular del patrimonio cultural vallisoletano y donde ahora se muestran reunidos en esta pequeña exposición.

HORARIO
De martes a sábados: 10 a 14 / 16 a 19 h.
Domingos de 10 a 14 h.

J.M.T.
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